martes, 13 de enero de 2015

LA BALLENA DE ARROYO PAREJA-

                                                       Balneario Arroyo Pareja.

La ballena franca emergió, sorpresivamente, frente al balneario Arroyo Pareja. Unos pocos circunstantes tuvieron el privilegio de ver su inconfundible silueta azul arqueándose sobre las olas. Era el invierno del 41.
Punta Alta acababa de cumplir cuarenta y tres años, tenía alrededor de veinte mil habitantes y no era una ciudad autónoma; apenas una delegación del municipio de Bahía Blanca. Recién cuatro años más tarde lograría su independencia comunal. De todos modos, sus calles se abrían vertiginosamente hacia el progreso, cubriendo con asfalto la memoria del chañar hostil y de los médanos inhóspitos.
La ballena levantó una cortina de blanca espuma y desapareció en las límpidas aguas. La gente corrió por el murallón de piedra paralelo a la costa, tratando de avistar al cetáceo. Los niños alborotaban con sus gritos las escalinatas que bajaban hasta la playa. Algunas damas asomaron de las casillas de madera que, en colorida doble fila, vigilaban el horizonte mari-no de la ría. Algún parroquiano del Bar Player, centro de la Villa Nicoliche, apuró su trago para ver qué ocurría afuera. Era el mes de julio pero la actividad del balneario, aunque mermada, no se detenía.
-¡Una ballena!,¡Una ballena!—repetían las voces a coro para regocijo de los incrédulos. Unas lanchas que derivaban por el canal se sumaron a la impensada persecución. Todo esfuerzo fue inútil. El animal ya no evolucionaba por estas aguas. Después se supo que había visitado brevemente el puerto de Ingeniero White, donde despertó igual asombro y entusiasmo.
Pasado el mediodía, los curiosos que patrullaban la rambla sin resignarse a no tener novedades de la ballena, tuvieron su recompensa. Alguien distinguió las aletas caudales y dio la voz de alarma.
-¡La ballena volvió!, ¡La ballena volvió!
De nuevo se generó el consabido tumulto de corridas y exclamaciones. Al parecer, el enorme mamífero estaba atrapado en los caprichos de nuestras mareas y no encontraba la salida al mar abierto. Ya no la encontraría nunca.
Asustada por el alboroto generado a su alrededor, la ballena encaró las aguas del puerto militar. Allí, la hélice de una draga, la hirió mortalmente. Una espesa mancha roja se extendió por el oleoso medio hasta alcanzar el casco del torpedero Tucumán, buque de la Armada Argentina apostado en la dársena. Desde la cubierta, el cabo radiotelegrafista Luis Lamana, tomó un par de fotos de la inusual actividad. El animal sin vida fue izado por la grúa de treinta toneladas, y embarcado en un vagón de borde alto del Ferrocarril Rosario Puerto Belgrano. En una de las instantáneas, se observan claramente las siglas de la compañía y el número 1453 de la chata. Estas imágenes fueron publicadas por el diario La Nueva Provincia, en una edición de la época.
-No es un ejemplar mayor- sentenció un experto ante los quince metros de largo, el metro y medio de diámetro y las veintidós toneladas de peso de la bestia.
Las singularidades de este día no terminaron ahí. Los señores Gustavo Lagnen y Vicente Maghetti, titulares de la fábrica de jabones “El puma”, compraron los restos de la ballena con fines industriales. El vagón con su extraño pasajero emprendió, a las tres de la tarde, la marcha hacia la estación Bahía Blanca. Curiosamente, la fábrica de jabones lindaba con la terminal ferroviaria.
En la ciudad cabecera del partido, una verdadera multitud de curiosos aguardaba al convoy. Expertos cuchilleros del frigorífico próximo, faenaron la elegante mole azul, convirtiéndola en panes de grasa que eran depositados en grandes tambores. Una vez llenos, estos recipientes fueron embarcados en camiones que partían hacia su destino final. En la fábrica, la noble carga se convirtió en aceite y panes de jabón.
Durante mucho tiempo se siguió hablando en Punta Alta de la ballena de Arroyo Pareja. Le quitaron unos detalles y le agregaron otros hasta convertirla en una especie oscura de Moby Dick. La narración oral tiene esta facultad y este poder.
Algunos sostenían que se trató, ni mas ni menos, de una real cacería, con el epílogo de una matanza realizada con arpones. Esta versión fue negada rotundamente por las autoridades de Puerto Belgrano.
Es que los ecologistas del momento, se apresuraron a advertir que la ballena franca era una especie amenazada, y que de los trescientos mil ejemplares existentes en 1800, sólo sobrevivían diez mil en aquel lejano 1941.
Lo cierto es que nuestra ciudad, en medio del asombro de sus inicios, se mantuvo en vilo durante horas por la magia de una visita inesperada. Lo lamentable es que la ballena resultara muerta, pero rescato aquella ingenua historia, en medio de esta actualidad donde ya nada nos maravilla.


Fuentes diario “La Nueva Provincia”
Revista “Caminos de hierro” Nro. 40

Sr. Luis Lamana

                                               Torpedero Tucumán en Puerto Belgrano 1941.

                                           La ballena en Puerto Belgrano 1941.Foto del sr.
                                           Luis Lamana publicada por La Nueva Provincia.

                                                      Foto del sr. Luis Lamana desde el
                                                      Torpedero Tucumán publicada por
                                                      el diario La Nueva Provincia.

                                          Vistas de la ballena en Bahía Blanca. Fotografías del
                                          diario La Nueva Provincia.

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