Comandancia del puerto y Cruceros 9 de Julio y Garibaldi.
En la revista
Caras y Caretas número 848, publicada el 1 de enero de 1915, en sus páginas 68
y 69, apareció un bonito artículo dedicado a nuestro Puerto Militar, firmado
por el prestigioso periodista, escritor y político Santiago Fuster Castresoy,
autor de los libros “Ingenuidades y niñeces. Cuentos y bosquejos” y “Errores de
la propaganda argentina” entre otros. Protagonista de una activa vida social en
nuestro país, participante de relevantes hechos de la historia de principios de
siglo veinte, el citado personaje estuvo en nuestro puerto a finales de 1914.
Muy atractiva
es, sobre todo, la descripción de nuestro paisaje en las justas palabras de
Fuster Castresoy y su observación de la actividad de los obreros civiles de
1915. Transcribo a continuación el texto completo con las fotografías que lo
acompañaron.
EL PUERTO
MILITAR DE BAHIA BLANCA.
Caras y Caretas
Nro. 848 del 1 de enero de 1915 páginas 68 y n69.
Ejercicios de Cañón en una de las Baterías.
Frente al
majestuoso Atlántico extiende sus dominios el primer puerto militar de la
República, sobre una vasta zona de la costa lindera a la ciudad de Bahía Blanca.
Su forma y su situación es de ventajas equivalentes para cumplir con comodidad
los fines a que está llamado con respecto a la marina de guerra. En él se
refugia nuestra escuadra, y los grandes buques adquiridos recientemente, irán a
sus muelles cómodos y apropiados para tales monstruos.
Desde la
iniciación de los trabajos de su construcción, no ha cesado el movimiento en
toda la zona que ocupa, y cuando las dársenas han estado terminadas y armado el
montaje de las defensas, guinches, diques, y demás partes, se ha vuelto a la
obra de reformas y ampliaciones que el tiempo por un lado, y los consejos de la
experiencia por otro exigen para el mantenimiento de un apostadero de tanta
importancia.
Allí todo está
previsto y calculado. Si fuésemos una potencia naval por el número de nuestros
barcos, nada nos quedaría por envidiar de las magnificencias de otros países
que tienen puertos militares famosos, para no menos famosas escuadras.
El San Martín entrando al dique de carena.
El arte de la
guerra ha llevado allí el multiforme espectáculo de sus caprichos. Sin ser uno
partidario de las armas que aniquilan todo lo hecho por el trabajo y la
civilización, se siente allí por un momento, algo de estupefacción ante las
enormes siluetas de los cañones que apuntan al mar, como vigías imperturbables.
El arte y la mecánica os revelan que el hombre es más perspicaz para hacerse
temible que para hacerse amar. Aquellos guinches enormes, levantando piezas
como verdaderas moles, aquellas plataformas portátiles que conducen sobre
rieles angostos la carga de los cañones y de los barcos, los diques plenos
de orgullo naval con sus murallas grises, los buques grises, las piedras grises
también; todo eso en conjunto, y de trecho en trecho la formidable blancura de
tal cual navio antiguo, reposando inmóvil sobre los ultimos vaivenes del
Océano, os dan una impresión magnífica, 3' hasta puede haceros pensar que la
guerra es un bien.
Nuestro Puerto
Militar ha sido una de esas obras que han llamado la atención de cuantos le han
visitado, siendo sus opiniones favorables; opiniones que se comprenden cuando
se visita aquello, y más aun, cuando se deja seducir el cronista por el esplendor
de la luz, el brillo de las armas, y la policromía de una vida distinta
al resto de la que se está viviendo un poco más adentro, apenas unos cuantos
cientos de metros.
No es, pues, mi
fin el hacer análisis del valor que para la defensa pueda tener el Puerto
Militar. Una visita exterior, priva a la sutileza periodística desarrollar sus
funciones de observación, máxime cuando en esos sitios se procura que los
verdaderos asuntos de importancia no sean divulgados, como es natural.
Queda tan sólo,
pues, imaginarse esos secretos, presentirlos, creer que aquella forma tapada
por amplia lona es un terrible instrumento reservado para Dios sabe qué
trascendentales destinos. Que tras de un paredón de mampostería, cubierto por
gran techumbre de cinc se están elaborando las temibles armas. Que más allá se
abre un dique para grandes unidades, en fin; y que en todas partes se trabaja
con el ansia de vencer cuando venga una guerra que nadie quiere, que todos
adivinamos, y que, sinceramente, nos parece una locura.
Llenando de agua uno de los diques.
En todas partes retumba
el eco del martinete, incesantemente, prosiguiendo construcciones. Por cualquier
muelle que vayáis, la vida naval presenta un detalle nuevo, una manifestación interesante.
Estos trabajos ahora
no progresan
La dificultad en
los transportes retarda la llegada de elementos que debían venir de Europa. El
gran dique destinado a los dreaudnoughts, queda inconcluso con este
trastorno muy común en las circunstancias actuales, y eso implica un grave
inconveniente que costará mucho dinero al país.
Hace poco tiempo
se discutió en los círculos técnicos, la necesidad de hacer reformas en el
puerto, en un perímetro de la costa arenosa y poco estable, dragándose el
fondo, en gran profundidad, como requieren las necesidades de aguas destinadas
a recibir buques de gran calado; y así las arenas del mar no corran formando bancos
a la entrada del puerto, haciendo desaparecer el peligro para el movimiento de
navios. A pesar de eso, se hacen grandes esfuerzos para salvar el error, y
asegúrase allí que dentro de poco habrá desaparecido el inconveniente.
Y como digo en
otro punto, no he visitado el puerto con intenciones de crítica ni con proyectos
de análisis economista. Su panorama es bello porque domina la infinita línea del
mar. La luz de aquellas latitudes derrama fulgores en todo el cuadro, dándole vigor
y alegría. Las corazas y las chimeneas, los cañones y los mástiles, los
talleres y los diques, todo ello en conjunto es un armonioso cuadro que me hace
soñar en los azares del mar bravío, entre el estampido del cañón.
Cuando realmente
se ve la magnificencia del espectáculo es a las horas de labor, en que multitud
de operarios corren a sus puestos, hormigueando por entre armazones de acero y
trincheras de piedra. Dentro de poco el Puerto Militar estará de fiesta, y sus
parapetos tendrán gallardetes. Es indudable que su bullicio cesará para que el
mugido de los dreaudnoughs lo invada todo, como un estruendo de la
fuerza y de la grandeza del dinero del pueblo...
Vistas generales del puerto.
SANTIAGO FUSTER CASTRESOY.
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