jueves, 27 de abril de 2017

PUERTO BELGRANO EN 1915

Comandancia del puerto y Cruceros 9 de Julio y Garibaldi.

En la revista Caras y Caretas número 848, publicada el 1 de enero de 1915, en sus páginas 68 y 69, apareció un bonito artículo dedicado a nuestro Puerto Militar, firmado por el prestigioso periodista, escritor y político Santiago Fuster Castresoy, autor de los libros “Ingenuidades y niñeces. Cuentos y bosquejos” y “Errores de la propaganda argentina” entre otros. Protagonista de una activa vida social en nuestro país, participante de relevantes hechos de la historia de principios de siglo veinte, el citado personaje estuvo en nuestro puerto a finales de 1914.
Muy atractiva es, sobre todo, la descripción de nuestro paisaje en las justas palabras de Fuster Castresoy y su observación de la actividad de los obreros civiles de 1915. Transcribo a continuación el texto completo con las fotografías que lo acompañaron.

EL PUERTO MILITAR DE BAHIA BLANCA.
Caras y Caretas Nro. 848 del 1 de enero de 1915 páginas 68 y n69.


Ejercicios de Cañón en una de las Baterías.

Frente al majestuoso Atlántico extiende sus dominios el primer puerto militar de la República, sobre una vasta zona de la costa lindera a la ciudad de Bahía Blanca. Su forma y su situación es de ventajas equivalentes para cumplir con comodidad los fines a que está llamado con respecto a la marina de guerra. En él se refugia nuestra escuadra, y los grandes buques adquiridos recientemente, irán a sus muelles cómodos y apropiados para tales monstruos.
Desde la iniciación de los trabajos de su construcción, no ha cesado el movimiento en toda la zona que ocupa, y cuando las dársenas han estado terminadas y armado el montaje de las defensas, guinches, diques, y demás partes, se ha vuelto a la obra de reformas y ampliaciones que el tiempo por un lado, y los consejos de la experiencia por otro exigen para el mantenimiento de un apostadero de tanta importancia.
Allí todo está previsto y calculado. Si fuésemos una potencia naval por el número de nuestros barcos, nada nos quedaría por envidiar de las magnificencias de otros países que tienen puertos militares famosos, para no menos famosas escuadras.

El San Martín entrando al dique de carena.

El arte de la guerra ha llevado allí el multiforme espectáculo de sus caprichos. Sin ser uno partidario de las armas que aniquilan todo lo hecho por el trabajo y la civilización, se siente allí por un momento, algo de estupefacción ante las enormes siluetas de los cañones que apuntan al mar, como vigías imperturbables. El arte y la mecánica os revelan que el hombre es más perspicaz para hacerse temible que para hacerse amar. Aquellos guinches enormes, levantando piezas como verdaderas moles, aquellas plataformas portátiles que conducen sobre rieles angostos la carga de los cañones y de los barcos, los diques plenos de orgullo naval con sus murallas grises, los buques grises, las piedras grises también; todo eso en conjunto, y de trecho en trecho la formidable blancura de tal cual navio antiguo, reposando inmóvil sobre los ultimos vaivenes del Océano, os dan una impresión magnífica, 3' hasta puede haceros pensar que la guerra es un bien.
Nuestro Puerto Militar ha sido una de esas obras que han llamado la atención de cuantos le han visitado, siendo sus opiniones favorables; opiniones que se comprenden cuando se visita aquello, y más aun, cuando se deja seducir el cronista por el esplendor de la luz, el brillo de las armas, y la policromía de una vida distinta al resto de la que se está viviendo un poco más adentro, apenas unos cuantos cientos de metros.
No es, pues, mi fin el hacer análisis del valor que para la defensa pueda tener el Puerto Militar. Una visita exterior, priva a la sutileza periodística desarrollar sus funciones de observación, máxime cuando en esos sitios se procura que los verdaderos asuntos de importancia no sean divulgados, como es natural.
Queda tan sólo, pues, imaginarse esos secretos, presentirlos, creer que aquella forma tapada por amplia lona es un terrible instrumento reservado para Dios sabe qué trascendentales destinos. Que tras de un paredón de mampostería, cubierto por gran techumbre de cinc se están elaborando las temibles armas. Que más allá se abre un dique para grandes unidades, en fin; y que en todas partes se trabaja con el ansia de vencer cuando venga una guerra que nadie quiere, que todos adivinamos, y que, sinceramente, nos parece una locura.

Llenando de agua uno de los diques.

En todas partes retumba el eco del martinete, incesantemente, prosiguiendo construcciones. Por cualquier muelle que vayáis, la vida naval presenta un detalle nuevo, una manifestación interesante.
Estos trabajos ahora no progresan
La dificultad en los transportes retarda la llegada de elementos que debían venir de Europa. El gran dique destinado a los dreaudnoughts, queda inconcluso con este trastorno muy común en las circunstancias actuales, y eso implica un grave inconveniente que costará mucho dinero al país.
Hace poco tiempo se discutió en los círculos técnicos, la necesidad de hacer reformas en el puerto, en un perímetro de la costa arenosa y poco estable, dragándose el fondo, en gran profundidad, como requieren las necesidades de aguas destinadas a recibir buques de gran calado; y así las arenas del mar no corran formando bancos a la entrada del puerto, haciendo desaparecer el peligro para el movimiento de navios. A pesar de eso, se hacen grandes esfuerzos para salvar el error, y asegúrase allí que dentro de poco habrá desaparecido el inconveniente.
Y como digo en otro punto, no he visitado el puerto con intenciones de crítica ni con proyectos de análisis economista. Su panorama es bello porque domina la infinita línea del mar. La luz de aquellas latitudes derrama fulgores en todo el cuadro, dándole vigor y alegría. Las corazas y las chimeneas, los cañones y los mástiles, los talleres y los diques, todo ello en conjunto es un armonioso cuadro que me hace soñar en los azares del mar bravío, entre el estampido del cañón.
Cuando realmente se ve la magnificencia del espectáculo es a las horas de labor, en que multitud de operarios corren a sus puestos, hormigueando por entre armazones de acero y trincheras de piedra. Dentro de poco el Puerto Militar estará de fiesta, y sus parapetos tendrán gallardetes. Es indudable que su bullicio cesará para que el mugido de los dreaudnoughs lo invada todo, como un estruendo de la fuerza y de la grandeza del dinero del pueblo...



 Vistas generales del puerto.



SANTIAGO FUSTER CASTRESOY.

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