“Hoy voy a ser tu
poeta, mi gran amor bicicleta” le cantó el músico uruguayo Martín Buscaglia a
esta compañera de dos ruedas. Y como él, lo hicieron desde Yves Montand,
pasando por Queen, hasta Shakira. No
faltó un tango dedicado a una bicicleta que había costado dos mil pesetas y
corría más que un tren, compuesto por Antonio Rodríguez Martínez y popularizado por
Ángel Villoldo en 1910.
En nuestra ciudad el
caso fue muy particular. Punta Alta fue, sin eufemismos, la ciudad de las
bicicletas hasta bien entrada la década del sesenta, en que comenzó a poblarse
de motocicletas y automóviles.
Este modesto medio de
locomoción era usado por los obreros que trabajaban en Puerto Belgrano, como
así también por los militares que concurrían diariamente a las naves. Era
común, en los primeros años de nuestra vida como pueblo, ver al legendario
práctico naval Luis Alimonda pedalear desde su casa en 25 de Mayo, entre Mitre
y Luiggi, hasta su puesto en los remolcadores. Dejaba la bicicleta en los
muelles y se dedicaba a guiar, con la misma sencillez, a los monumentales acorazados de la flota de mar
por la traicionera ría. Hizo esto, miles de veces durante su carrera.
Cuenta el Gran Álbum de
Punta Alta 1898-1941 que la señora Magdalena Páez de Ilacqua tenía instalado un
negocio de venta de bicicletas y accesorios que era de los más importantes en nuestro
medio. Esto da a entender que había varios comercios más en este ramo. El local
contaba, además, con un taller anexo para la reparación y el mantenimiento de los
rodados.
Los redactores de la
publicación de Crespi Valls, destacaban de manera especial “el poderoso
incremento que ha tomado la bicicleta en la ciudad, ya como vehículo de paseo ó
medio de transporte para los obreros de la Base Naval”. La “Casa Ilacqua” había
sido fundada por Santos Ilacqua en el año 1923 con una gran visión de futuro,
representando las marcas más conocidas, con un surtido completo de repuestos.
La bicicletería estaba ubicada en la primera cuadra de calle Rivadavia.
En 1938 apareció un
artículo titulado “Son las cinco y la bicicleta” en el periódico “La Nueva
Época”. En él se relataba cómo a diario, casi todos los hombres de Punta Alta
iban en bicicleta a los talleres de la Base Naval donde trabajaban. Iban desde
distintos lugares y distancias para confluir en el mismo punto. Al llegar, dejaban
a un lado sus rodados y se sumergían en el fragor de los tornos, los yunques y
los martillos. Hasta que a las cinco sonaba un silbato y, como por arte de
magia, todo se detenía. Entonces comenzaba otra actividad. Un sordo rumor creciente
de caucho y llantas sobre el primitivo adoquinado. Y una muchedumbre cansada que
salía impulsada al ritmo de los pedales hacia las barreras, del otro lado de
las vías. Eran cientos, tal vez miles, incontenibles, como una marea humana.
Eran tantos que hasta Perón, un día, quiso venir a verlos. Y lo filmó, para la
posteridad, el noticiero Sucesos Argentinos. El articulista culminaba su nota
reflexionando que eran hombres que dejaban por un momento de trabajar para la
guerra y regresaban a sus hogares para trabajar por la paz. El autor del
artículo era Floreal Ferrara, hijo de Pedro Ferrara, precursor del fomentismo
en Punta Alta, y con el tiempo médico sanitarista y ministro de salud de la
provincia de Buenos Aires. Tenía quince años cuando escribió el texto.
El sábado 28 de junio
de 1947, la Nueva Provincia relataba la llegada de un grupo de inmigrantes
italianos procedentes de Milán. Venían a trabajar como técnicos de aviación en
Puerto Belgrano. Se los alojó en un complejo de viviendas sito en Arroyo Pareja,
que estaban desocupadas. En medio del abanico de actividades desplegadas por
los recién llegados, a los cronistas les llamó la atención el ir y venir de Vito
Nebbioli en una soberbia legnano verde oliva. De retozar por la vía Dante, vino
a bicicletear por nuestro balneario.
Lo cierto es que la
bicicleta se convirtió en una vecina más. Uno se tomaba una foto en la calle y,
seguro, salían una o dos bicicletas pasando. Hay postales viejas donde sólo
bicicletas transitan por la calzada y otras donde se las ve estacionadas por
decenas. Ni hablar de la consabida salida de los operarios de la base. Dentro
del ámbito del Puerto Militar la bicicleta también era una presencia familiar.
Hay fotos donde se las ve aparcadas junto a los aviones que van a despegar, ó
en la dársena, con los barcos a la vista.
Recuerdo, a finales de
la década del sesenta, que la bicicleta era el juguete predilecto de los niños.
Casi no circulaban automóviles y las unidades de colectivos eran escasas. No
había peligro.
Es una suerte que en
Punta Alta la población se movilice, cada tanto, para festejar el día mundial
de la bicicleta. Ello ocurre los 19 de abril. Claro que para nosotros, los
puntaltenses, el festejo tiene otra
connotación. Recordamos a los pioneros de la base, a los trabajadores de la
ciudad, a nuestros mayores, a los que pedaleando uno al lado del otro soñaron
con una gran ciudad. Es una manera de seguir viendo nuestro pasado, ese eterno
ciclista solo, que repecha las calles por las noches, parafraseando al poeta
Horacio Ferrer.
Referencias:
“Certezas,
incertezas y desmesuras de un pensamiento político. Conversaciones con Floreal
Ferrara” por Maristella Svampa, Ediciones de la Biblioteca Nacional, 2010.
“Gran Álbum de
Punta Alta 1898-1941” por Crespi Valls, 1941.
Caras y Caretas
nro. 1649 del 10 de mayo de 1930 páginas 10 y 11.
Sitio www.histarmar.com
La bicicleta, un negocio sobre ruedas. Casa Ilacqua en 1923. La foto, del Gran Álbum de Punta Alta, no es buena. Pero se aprecia la importancia del comercio.
Esta foto de Caras y Caretas, es maravillosa. En ella se ve a Luigi Alimonda, el primer práctico de la Base Naval, en bicicleta por una avenida de Puerto Belgrano en 1930.
Un avión Curtiss en 1919. -Si no arranca, te acerco en la bici.
Dornier Wall en 1928. Lanzan el avión por la rampa y se hacen una escapadita en bici hasta el galpón a tomar unos mates.
Esta escena identifica una época. La salida de los obreros. Aquí, antes del puesto 2, en zona reservada.
Otra vista de la famosa salida de los obreros. El paso a nivel de Colón e Irigoyen. El puesto 2 no existe.
El silbato de las cinco ya sonó. A pedalear, que se acaba el mundo.
El teatro Español, y un solo de bicicletas bajo las nubes.
Esta foto, ya entrados los sesenta, refleja la lucha a contramano entre bicis y autos.
Hermosa foto que subió un usuario del Centro de Nativos Puntaltenses a Internet. Sonrisas y empedrado en Irigoyen y Passo. Y la bici, por supuesto.
Otra hermosa foto particular, de un niño en Gottling en 1966.
Otra bella foto particular. Mis suegros en un mundo de bicicletas y sonrisas de felicidad. No importa el año. Es para siempre.
Día de la bicicleta del año 2014. Saliendo de la base igual que nuestros abuelos. Foto de Periodismo en Redacción.
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